Viento interior

¿Recuerdas la última vez que conseguiste algo a lo que tuviste que dedicar esfuerzo?
Sí, algo por lo que tuviste que renunciar a cosas, da igual que fueran pocas o muchas, eso que tuviste que convertir en tu prioridad porque si no era imposible conseguirlo.
Cuando las olas de viento golpean mi ventana y me obligan a ver a través de ella lo recuerdo, lo recuerdo cuando veo a los pájaros, a los pájaros que van en dirección contraria al viento. Siguen, siguen hacia su destino, pero una fuerza superior a ellos les arrastra violentamente hacia atrás, tentándoles a que se den por vencidos, imponiendo su superioridad frente a ellos, pretendiendo limitar su libertad. Sin embargo, ellos siguen dirección a su meta, aunque todo parezca imposible, aunque tengan que recorrer el mismo camino doscientas veces, aunque los árboles agiten sus ramas de esa forma tan brusca, tan intimidante. Es tan similar a nuestras experiencias aunque no lo veamos que parece mágico. Nosotros no estamos amenazados por el viento en sí,  nosotros estamos amenazados por nuestra cabeza, ella es nuestro viento. Esos pensamientos negativos, “no serás capaz de conseguirlo”, “te viene demasiado grande”, esos pensamientos son el viento, esos pensamientos son la fuerza que trata de evitar que lo consigamos, que salgamos triunfantes, que logremos el éxito. Tenemos que luchar, tenemos que hacerlo como los pájaros, tenemos que olvidar la existencia de un límite que nos impide avanzar más que él.

Recuerdo, recuerdo cuando decidí cambiar, cuando decidí enfrentarme al viento. Antes de hacer nada estuve mucho tiempo planteándomelo, imaginando mi vida de forma diferente, me imaginaba disfrutando del esfuerzo, de la dedicación, sacrificando de vez en cuando mi tiempo libre, cumpliendo aquello que me proponía.
Recuerdo, recuerdo cuando decidí poner en práctica todo aquello que había interiorizado, cuando saqué hacia fuera lo que ya había construido dentro de mí.
Un camino difícil, cansancio y cafés cada cinco minutos, ánimos por la mañana y estrés por la noche, momentos de desesperación. Mi mirada permanecía fija en aquel papel, gotas de sudor recorrían mi frente, una suave brisa acariciaba mi nuca de vez en cuando gracias a aquella coleta, aquella coleta que ajustaba cada dos minutos. Oía, oía chapuzones a lo lejos, en la piscina, gritos de alegría, gritos de diversión. Yo me encontraba en otro mundo, mi situación era distinta, yo no podía disfrutar como ellos, todavía no.
Recuerdo, recuerdo ese sentimiento de liberación, de sentirme viva, de sentirme capaz de todo. El día que terminé ese camino lleno de piedras, el día que descubrí que había vencido al viento, a mi viento interior, el día que logré una de mis primeras metas, de esas que tienes que transformar en tu prioridad, de esas metas que se encuentran más allá del viento, de esas que hacen que conozcas eso que llaman "determinación". 

C.casu






















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