Ya no hay vuelta atrás...






Dentro, dentro de ese barco gritaba, dentro de ese barco sufría, dentro de ese barco acostumbraba a aislarse cuando algo le molestaba, cuando algo le molestaba tanto que no podía dejar de pensarlo. Y ahora se encontraba allí, como otras tantas veces, en el mar, sin rumbo, sin un destino fijo, solo navegando, solo pensando.
Ya no recordaba el motivo por el cual esa misma mañana había discutido con su hermano, no lo recordaba, pero eso no era lo importante. Nunca podía entenderle, no se sentía apoyado por él. Su hermano siempre mantenía un punto de vista diferente al suyo, siempre. Sentía la rabia dentro, le provocaba dolores de cabeza. El barco le entendía y se agitaba de forma violenta, de tal manera que le costaba mantenerse de pie. La lluvia que chocaba contra la ventana estaba furiosa, esa lluvia que parecía que quería adentrarse en su barco. La llama de aquella vela, que se encontraba sobre la encimera y que iluminaba el cuarto en el que se encontraba, se deslizaba de un lado a otro. Parecía que en cualquier momento se iba a apagar. Los movimientos chocantes de aquel barco eran cada vez más fuertes. Él bebía a morro de aquella botella que sostenía mientras sus manos temblaban. Deslizaba su cabello sudado hacia atrás con la otra mano mientras gemía de dolor por no sentirse comprendido.

Fuera, fuera la lluvia caía violentamente contra las olas que irrumpían en el mar. Olas poderosas, olas fuertes, cada vez más grandes, cada vez más potentes. El viento las cabreaba y mientras, cogía impulso para desplazar el barco, de un lado a otro. Nadie era consciente del peligro que poco a poco crecía. Dentro del barco solo había una persona, pero no lo veía, los golpes, el ruido, la lluvia, se manifestaban, pero él no lo veía, no podía verlo. Salió fuera del barco, bastante perjudicado por los tragos de aquella botella, salió fuera con el viento, con la lluvia, salió y sus ojos fueron testigos de aquella escena, pero él no lo asimilaba. Su cabeza seguía dentro, dentro de sí mismo, dentro de ese mundo, de ese sufrimiento, de esa preocupación que le mataba por dentro. Y entonces lo vio, vio el peligro. Escapó de su conflicto interno y conectó con la realidad cuando fijó la mirada en el paisaje y contempló aquella ola gigante que estaba a punto de devorarle, a él y a su barco. Y es ahí, cuando la ola ya está a punto de ahogarnos, cuando algo nos abre los ojos, es ese momento en el que salimos de nuestro interior y vemos los problemas de verdad, es ahí cuando ya no hay vuelta atrás. Es ahí cuando nos ahogamos, por no haber salido antes, por encerrarnos en nosotros mismos.


C.casu



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