A esa que me mira desde el espejo (L.Vita)


A veces es a la que nos mira en ese espejo a la que más nos cuesta perdonar.



Ese reflejo, esa mirada  fruto del cansancio de las extremas exigencias, del intento de perfección que en realidad, no existe.Solo existe esa voz interior. Sigo sin entender el porqué de tantos reproches que invitan a la frustración.

Si sabes de qué hablo no dejes de leer; yo me pregunto también hasta qué límite puede llegar esa voz interna.
Todavía sigue sin dar el visto bueno, no existe límite ni exceso.
Nadie es perfecto. Todos luchamos por lo estable, el confort; pero ¿qué pasa si nunca se está conforme? ¿hasta dónde puedes llegar cuando deseas algo realmente?

Puedes caer, cualquiera puede sobrepasar el límite.
Un día empieza una idea en la mente inocente, esa idea que busca unas expectativas que parecen casi imposibles. Siempre nos dijeron ´´lucha por lo que quieres y sé constante´´ pero nunca nos enseñaron cuándo teníamos que dejar de luchar, de poner límites ante esa meta que nos hemos prometido conseguir.

Se muestra como rosa, solo enseña sus pétalos para hacerse ver hermosa y cuando la agarras la aprietas. Tu meta no te deja sentir las espinas hasta que la sangre sale, pero sigues apretando, no importa la sangre mientras la rosa siga. Pero la rosa se degrada con el paso del tiempo y los pétalos se caen. Tú sigues viendo la misma rosa, pero solo son tus ojos, tu rosa ahora se está ahogando y tú no eres capaz de verlo.
´´Aprieta más, y la rosa será más bonita´´, las heridas de las manos se hacen más profundas, crees que la rosa ya no es bonita, no la has apretado lo suficiente, necesitas más fuerza, nunca es suficiente y ya no existen límites, pero tu rosa se esta ahogando.

Entonces es ahí, cuando esa lucha ingenua se convierte en una guerra;  cuando la realidad te golpea como un jarro de agua fría ante las palabras de otro que te dice que tienes que dejar de apretar, cuando no sabes pararlo, cuando tú sola no puedes y necesitas que otro salve esa rosa que tanto has apretado. 
Han pasado años, ni siquiera te has dado cuenta, lo bueno ahora es malo y lo malo tiene solución, todo tiene solución, pero es otra nueva lucha diferente y cuesta, en toda guerra se sufre. 
Hay que tirar la rosa, pero las espinas siguen incrustadas a modo de castigo, son las secuelas del tiempo.
¿Se puede cambiar un hábito después de tantos años? No lo sé todavía, pero me dicen que sí y aún no estoy segura de creerlo, solo puedo confiar, estoy ciega en el camino por el que ahora me intentan guiar.¿Qué habría pasado si me hubieran enseñado a poner límites? 

Quizás eso no se enseña, quizás necesitamos las lecciones de la vida para poder saber hasta dónde podemos llegar sin que las espinas se hundan en la piel.

Quizás algún día, pueda perdonar a la que me mira en el espejo.

L. Vita




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